El nombre de Yolanda Sultana Halabi Riadi ha figurado siempre en los medios de comunicación (escritos, radiales y televisivos) desde que se inició como mentalista, consejera espiritual, astróloga y clarividente.
De eso hace ya muchos años.
Y no es una casualidad que los periodistas de todos los medios, continúen, periódicamente, refiriéndose a ella. Porque, más que una mujer dotada de poderes paranormales, es una mujer que vibra con el dolor ajeno, que se desespera cuando no puede resolver situaciones que afectan a sus semejantes.
No conforme con valerse de sus poderes para solucionar los problemas que van a presentarle hombres y mujeres (que en muchas ocasiones deben cubrir grandes distancias para llegar a su consultorio), echa mano a sus bienes para ayudar al prójimo.
Y en ese aspecto Yolanda Sultana se revela como una mujer de extrema sensibilidad. Privándose de descanso y viendo mermar su hacienda, no sólo efectúa donaciones cuando alguien (o un organismo) se lo solicita. Ella misma busca a quienes carecen de los medios más elementales de subsistencia y les proporciona los medios para que alivien su situación.
Qué espera con ello. ¿Reconocimientos? ¿Publicidad? ¿Satisfacciones personales?
Satisfacciones íntimas, sí. La gratitud no le interesa. Tampoco que se destaquen sus actos filantrópicos.
"La verdad", dice ella, "es que Dios guía mis pasos y actuaciones; me dice que debo entregar en la misma o mayor proporción que recibo. Al socorrer a los desdichados y desamparados, a los afligidos y desheredados de la suerte, me siento feliz. Siento una dicha espiritual que pocos seres humanos pueden conocer. ¿Qué más puedo pedir o desear?”.
De esa cualidad de Yolanda Sultana podrían; hablar miles de personas a través de todo el país, ya que ella se desenvuelve no solamente en Santiago. Tan pronto está en la capital como en Iquique, Concepción, Temuco, Valdivia, Osorno, Punta Arenas, Antofagasta, Arica, Coquimbo, Talca, Rancagua... En fin, en todas partes. En todo Chile imparte sus consejos, hace uso de sus facultades mentales extraordinarias, ruega a Dios por quien sufre, arregla conflictos, favorece a aquellos que se acercan a ella con fe y esperanza.
Pero ella no siempre fue así.
Por lo menos no siempre se destacó en el campo de la astrología y la clarividencia.
Más, si ella se lo hubiera propuesto, quizás habría iniciado sus actuaciones en ese sentido siendo una niña.
Porque... Vamos por parte: Yolanda Sultana Halabí Riadi nació en la lluviosa Novena Región, en la Región de la Frontera.
Sin que nadie de su familia lo supiera (y sin que ella misma lo notara), había heredado poderes sobrenaturales de una machi araucana. Cuando ella daba, sus primeros pasos, sus padres, hermanos, primos y abuelos, comenzaron a maravillarse, pues la niña Yolanda tenía una facilidad asombrosa para anunciar hechos que se producían en la misma forma que ella los había predicho. Como ser: el deceso de un ser querido, algún acontecimiento nefasto, una ganancia fuera de lo común para su progenitor, desenlaces, buenos o malos, de determinadas situaciones.
Era, pues, un ser con poderes ocultos. Pero no se crea que eso la hiciera feliz. Recuerda y comenta: "Los poderes paranormales que poseo son terribles. Y a veces me hacen tremendamente desdichada. Es doloroso concentrarse y saber, por ejemplo, que a alguien querido (un familiar, un amigo) le va a suceder algo desagradable. En varias ocasiones, cuando me ha sucedido eso, cuando he tenido videncias extraordinarias, he sentido ganas de renegar, de pedir al Todopoderoso que me quite estas facultades".
Sí. Aunque parezca extraño, algunas veces Yolanda Sultana ha querido dejar de ser Yolanda Sultana y transformarse en un ser normal, en una mujer común y corriente. "Pero luego me arrepiento", señala, "ya que entiendo que, si bien es cierto que ser clarividente a veces es doloroso, tampoco lo es menos que con esos poderes puedo eliminar el dolor ajeno, llevar felicidad a quienes no conocen esa virtud, resolver problemas de todo orden".
Quizás si de Yolanda Sultana hubiera dependido, no se hubiera transformado en lo que es: una mentalista profesional, y habría llevado una vida como la de cualquier vecina. En su juventud y durante los años posteriores vivió como todos: desempeñó diversos oficios, se divertía cuando el tiempo y sus medios se lo permitían, era una dueña de casa como cualquiera. Sin embargo, a la par, despertaba la curiosidad entre su círculo de amistades, conocidos y vecinos al pronosticar hechos por ocurrir, al dar consejos que a nadie se le habrían ocurrido, al provocar situaciones incomprensibles para los demás, al lograr que los problemas de los otros se solucionarán con sólo proponérselo o concentrarse en tales logros. Y fueron esas personas las que le hablaron y la convencieron para que dejara de lado las actividades que desarrollaba y utilizara sus poderes para beneficiar a sus semejantes.
Yolanda Sultana las escuchó y, al cabo de hondas cavilaciones y largas vacilaciones, aceptó poner al servicio de los demás los poderes que había heredado de la machi. Desde entonces su vida cambió por completo. Ya no tuvo derecho ni al descanso ni a las diversiones ni a llevar una vida corriente. De lunes a domingo tuvo que dedicarse a atender a aquellos que iban a consultarla, a pedirle asesoría mental y espiritual, a solicitarle ayuda de tal o cual naturaleza. Y a medida que pasaban los días, las semanas y los meses su fama empezó a crecer. Hombres y mujeres de todas las condiciones socioeconómicas, credos y grados culturales la visitaban, confiaban en ella y le pedían que intercediera por ellos.
Nadie salía frustrado de su consultorio. Ciertos hechos, prácticamente milagrosos que ella provocó con sus poderes, llegaron a oídos de los periodistas. Y ellos los dieron a conocer. No puede resultar extraño que los reporteros se acercaran a ella al finalizar cada año para consultarla sobre lo que preveía para el año siguiente. Ella accedía, y al año siguiente se producían todos los hechos que ella vaticinaba.
Oportunamente adelantó la muerte de John Kennedy, el regreso al poder y posterior fallecimiento de Juan Domingo Perón, el casamiento de Henry Kissinger, la separación de la princesa Carolina de Mónaco, el asesinato de Rodrigo Anfruns.
En diciembre de 1980 predijo la popularidad que adquiriría Ronald Reagan, la liberación de los prisioneros estadounidenses en Irán, la boda del príncipe Carlos de Inglaterra, la mala actuación de Hans Gildemeister en el tenis mundial, la baja en la popularidad de "Jappening con Ja", la falsedad de las informaciones provenientes de Estados Unidos acerca de grandes terremotos en el sur del Perú y en el norte de Chile, y muchos otros hechos que se produjeron tal como ella los previó mentalmente.
Su fama ha trascendido las fronteras. A ello se debe el viaje que realizará a la India dentro de poco (invitada por Yaya Pataka Swami Acharipada), país en que será recibida por altas autoridades y se entrevistará con la Primera Ministra Indira Gandhi, cuyo acceso al poder predijo con mucha anticipación. Esta es una apretada síntesis de lo que ha sido y es Yolanda Sultana Halabi Riadi: una mujer, por decir lo menos, portentosa.
De eso hace ya muchos años.
Y no es una casualidad que los periodistas de todos los medios, continúen, periódicamente, refiriéndose a ella. Porque, más que una mujer dotada de poderes paranormales, es una mujer que vibra con el dolor ajeno, que se desespera cuando no puede resolver situaciones que afectan a sus semejantes.
No conforme con valerse de sus poderes para solucionar los problemas que van a presentarle hombres y mujeres (que en muchas ocasiones deben cubrir grandes distancias para llegar a su consultorio), echa mano a sus bienes para ayudar al prójimo.
Y en ese aspecto Yolanda Sultana se revela como una mujer de extrema sensibilidad. Privándose de descanso y viendo mermar su hacienda, no sólo efectúa donaciones cuando alguien (o un organismo) se lo solicita. Ella misma busca a quienes carecen de los medios más elementales de subsistencia y les proporciona los medios para que alivien su situación.
Qué espera con ello. ¿Reconocimientos? ¿Publicidad? ¿Satisfacciones personales?
Satisfacciones íntimas, sí. La gratitud no le interesa. Tampoco que se destaquen sus actos filantrópicos.
"La verdad", dice ella, "es que Dios guía mis pasos y actuaciones; me dice que debo entregar en la misma o mayor proporción que recibo. Al socorrer a los desdichados y desamparados, a los afligidos y desheredados de la suerte, me siento feliz. Siento una dicha espiritual que pocos seres humanos pueden conocer. ¿Qué más puedo pedir o desear?”.
De esa cualidad de Yolanda Sultana podrían; hablar miles de personas a través de todo el país, ya que ella se desenvuelve no solamente en Santiago. Tan pronto está en la capital como en Iquique, Concepción, Temuco, Valdivia, Osorno, Punta Arenas, Antofagasta, Arica, Coquimbo, Talca, Rancagua... En fin, en todas partes. En todo Chile imparte sus consejos, hace uso de sus facultades mentales extraordinarias, ruega a Dios por quien sufre, arregla conflictos, favorece a aquellos que se acercan a ella con fe y esperanza.
Pero ella no siempre fue así.
Por lo menos no siempre se destacó en el campo de la astrología y la clarividencia.
Más, si ella se lo hubiera propuesto, quizás habría iniciado sus actuaciones en ese sentido siendo una niña.
Porque... Vamos por parte: Yolanda Sultana Halabí Riadi nació en la lluviosa Novena Región, en la Región de la Frontera.
Sin que nadie de su familia lo supiera (y sin que ella misma lo notara), había heredado poderes sobrenaturales de una machi araucana. Cuando ella daba, sus primeros pasos, sus padres, hermanos, primos y abuelos, comenzaron a maravillarse, pues la niña Yolanda tenía una facilidad asombrosa para anunciar hechos que se producían en la misma forma que ella los había predicho. Como ser: el deceso de un ser querido, algún acontecimiento nefasto, una ganancia fuera de lo común para su progenitor, desenlaces, buenos o malos, de determinadas situaciones.
Era, pues, un ser con poderes ocultos. Pero no se crea que eso la hiciera feliz. Recuerda y comenta: "Los poderes paranormales que poseo son terribles. Y a veces me hacen tremendamente desdichada. Es doloroso concentrarse y saber, por ejemplo, que a alguien querido (un familiar, un amigo) le va a suceder algo desagradable. En varias ocasiones, cuando me ha sucedido eso, cuando he tenido videncias extraordinarias, he sentido ganas de renegar, de pedir al Todopoderoso que me quite estas facultades".
Sí. Aunque parezca extraño, algunas veces Yolanda Sultana ha querido dejar de ser Yolanda Sultana y transformarse en un ser normal, en una mujer común y corriente. "Pero luego me arrepiento", señala, "ya que entiendo que, si bien es cierto que ser clarividente a veces es doloroso, tampoco lo es menos que con esos poderes puedo eliminar el dolor ajeno, llevar felicidad a quienes no conocen esa virtud, resolver problemas de todo orden".
Quizás si de Yolanda Sultana hubiera dependido, no se hubiera transformado en lo que es: una mentalista profesional, y habría llevado una vida como la de cualquier vecina. En su juventud y durante los años posteriores vivió como todos: desempeñó diversos oficios, se divertía cuando el tiempo y sus medios se lo permitían, era una dueña de casa como cualquiera. Sin embargo, a la par, despertaba la curiosidad entre su círculo de amistades, conocidos y vecinos al pronosticar hechos por ocurrir, al dar consejos que a nadie se le habrían ocurrido, al provocar situaciones incomprensibles para los demás, al lograr que los problemas de los otros se solucionarán con sólo proponérselo o concentrarse en tales logros. Y fueron esas personas las que le hablaron y la convencieron para que dejara de lado las actividades que desarrollaba y utilizara sus poderes para beneficiar a sus semejantes.
Yolanda Sultana las escuchó y, al cabo de hondas cavilaciones y largas vacilaciones, aceptó poner al servicio de los demás los poderes que había heredado de la machi. Desde entonces su vida cambió por completo. Ya no tuvo derecho ni al descanso ni a las diversiones ni a llevar una vida corriente. De lunes a domingo tuvo que dedicarse a atender a aquellos que iban a consultarla, a pedirle asesoría mental y espiritual, a solicitarle ayuda de tal o cual naturaleza. Y a medida que pasaban los días, las semanas y los meses su fama empezó a crecer. Hombres y mujeres de todas las condiciones socioeconómicas, credos y grados culturales la visitaban, confiaban en ella y le pedían que intercediera por ellos.
Nadie salía frustrado de su consultorio. Ciertos hechos, prácticamente milagrosos que ella provocó con sus poderes, llegaron a oídos de los periodistas. Y ellos los dieron a conocer. No puede resultar extraño que los reporteros se acercaran a ella al finalizar cada año para consultarla sobre lo que preveía para el año siguiente. Ella accedía, y al año siguiente se producían todos los hechos que ella vaticinaba.
Oportunamente adelantó la muerte de John Kennedy, el regreso al poder y posterior fallecimiento de Juan Domingo Perón, el casamiento de Henry Kissinger, la separación de la princesa Carolina de Mónaco, el asesinato de Rodrigo Anfruns.
En diciembre de 1980 predijo la popularidad que adquiriría Ronald Reagan, la liberación de los prisioneros estadounidenses en Irán, la boda del príncipe Carlos de Inglaterra, la mala actuación de Hans Gildemeister en el tenis mundial, la baja en la popularidad de "Jappening con Ja", la falsedad de las informaciones provenientes de Estados Unidos acerca de grandes terremotos en el sur del Perú y en el norte de Chile, y muchos otros hechos que se produjeron tal como ella los previó mentalmente.
Su fama ha trascendido las fronteras. A ello se debe el viaje que realizará a la India dentro de poco (invitada por Yaya Pataka Swami Acharipada), país en que será recibida por altas autoridades y se entrevistará con la Primera Ministra Indira Gandhi, cuyo acceso al poder predijo con mucha anticipación. Esta es una apretada síntesis de lo que ha sido y es Yolanda Sultana Halabi Riadi: una mujer, por decir lo menos, portentosa.